EEUU y China llevan tiempo embarcados en una guerra comercial, un tira y afloja de incremento de aranceles y amenazas comerciales más o menos ejecutables o ejecutadas que les han servido también como estrategia de negociación. En los últimos días, Washington y Pekín van subiendo escalones y se encaminan hacia una guerra de divisas. Por no remontarnos demasiado, tras el terremoto de los vetos de Donald Trump sobre el gigante Huawei, ambas potencias parecieron tomarse un respiro en la reunión del G20. Pero el respiro fue un espejismo. La imprevisibilidad de Trump irrumpió otra vez vía Twitter para anunciar nuevos aranceles sobre mercancías chinas valoradas en 300.000 millones de dólares, acusando a China de no cumplir sus promesas de importar más productos agrícolas estadounidenses. Y en esa lógica acción-reacción con la que funcionan estas dos administraciones, los expertos consideran que Pekín dejó caer el lunes su moneda a niveles inéditos en once años, llevando a las bolsas del mundo a contener la respiración. Respuesta de la Casa Blanca: incluir a China en su lista de países manipuladores de su moneda para lograr una ventaja competitiva. Pekín comunicó ayer que ha suspendido las compras de productos agrícolas estadounidenses por parte de empresas chinas. Continuará.