Posiblemente la juventud tenga como una de sus características la sensación de inmortalidad. Una inmortalidad paradójica si se quiere, porque tienes sobre ti la losa de que te va a faltar tiempo para hacerlo todo y, al mismo tiempo, la íntima convicción de que nada podrá destruirte. Luego, no hay un momento establecido, te haces mayor. Lo normal, diría yo, es que ni siquiera te des cuenta. Pero ocurre. De pronto, sucederá algo que actuará modo bofetón para situarte en el punto adecuado en el espacio-tiempo. Puede ser algo tan inocente y sutil y, a la vez, tan cruel, como que empiece a sonar un temazo -de esos que llaman generacional y que te ha acompañado toda tu vida- en plena juerga de primos y la pequeña, con decepción, afirme que esa canción es muy vieja. Zasca. De pronto, todos los años te caen encima. Pasado el susto inicial, la vida sigue. Pero quizá, solo quizá, de vez en cuando la nostalgia venga a visitarte. Se acaban de cumplir 40 años de la publicación de Highway to hell de AC/DC. Qué grandes noches de cuadrilla destrozando la canción homónima. Y hay un momento en que descubres, porque es así, que no es lo mismo viejo que clásico. Concretamente, hablando de música hay clasicazos. Por ejemplo, Angus Young recorriendo el escenario con su guitarra como solo él sabe hacerlo mientras interpreta Highway to hell.
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