Boris Johnson se ha puesto en el lugar de Theresa May -in her shoes, en sus zapatos, dirían los ingleses- en el sentido más exacto de la expresión. El fracaso de la ya ex premier en sus reiterados intentos de lograr respaldo parlamentario a su negociación con Bruselas en torno al Brexit ha permitido al controvertido exalcalde de Londres ocupar el liderazgo conservador y, en consecuencia, convertirse en primer ministro; pero también le pone en la misma posición de dificultad que acabó con la carrera política de su predecesora. Y la conformación de un gabinete de leales favorables al Brexit no le ofrece garantías de éxito añadidas, especialmente tras la renuncia de Steve Baker, uno de los más notorios opositores al acuerdo que presentaba Theresa May, a formar en el Gobierno, lo que parece adelantar que Johnson hallará -además de la oposición de laboristas, libdems y nacionalistas escoceses- la misma suma de resistencias internas entre los tories que May... sin contar la dependencia de la mayoría de su Gobierno del DUP norirlandés y su postura inamovible sobre los efectos de la salvaguarda de la frontera de Irlanda. El recorrido de Johnson, por tanto, es escaso; se limita a sus posibilidades de agrupar suficiente apoyo en torno al Brexit duro, sin acuerdo, que sin embargo supondría un coste inasumible. En lo económico, porque además de la factura que Londres y Bruselas apalabraron en 2017 (superior a 43.000 millones de euros) en caso de no deal, este no acuerdo, según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, Office for Budget Responsibility), aún en el mejor escenario previsible, hundiría a la economía del Reino Unido, provocaría una primera contraccion del PIB del 2% -que el Banco de Inglaterra eleva al 8%- y duplicaría el endeudamiento del sector público hasta los 67.000 millones de euros, efectos que no eliminaría el tratado de libre comercio con EEUU que ansían Johnson y Trump. Y en lo político, por las consecuencias de esa decisión en las mayorías en el norte de Irlanda, en Escocia, donde Nicola Sturgeon ya anuncia un segundo referendum de independencia, e incluso en Gales. Es algo que un primer ministro, aun si se trata del impredecible pero también inflexible Johnson, difícilmente puede afrontar sin el respaldo de unas elecciones generales a las que los conservadores se resisten porque tienen muy poco que ganar.
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