Periódicamente aparece una noticia sobre el hallazgo de una botella con un mensaje dentro en alguna orilla. Y a mí se me despierta la ternura, porque en estos tiempos de WhatsApp todavía surquen los mares mensajes escritos en un papel y no en un código binario y porque, aunque sospecho que tampoco ha de ser precisamente ecológico y bueno para nuestros mares, siempre imagino estas botellas de cristal y no de plástico, bajo una pátina envejecida como si fuera la botella que algún pirata enterró junto al cofre del tesoro en alguna recóndita isla que no aparece en las cartas de navegación -todo esto en los tiempos de WhatsApp y del GPS-. Cuenta la crónica de The Telegraph que Taylor, una niña británica de cuatro años, estaba de vacaciones en la costa catalana introdujo en una botella una foto suya con una nota: “Si encuentras esta foto, por favor responde con el nombre de tu país y una foto”. El destino y las corrientes, que son así de caprichosos y puñeteros, llevaron la botellita de marras hasta el río Moscova, en Moscú, donde Sasha y Alex la encontraron y decidieron responder a Taylor. Y como está bien de vez en cuando reconciliarse con la humanidad, espero que Taylor pesque pronto La isla del tesoro, El corsario negro o Veintemil leguas de viajes submarinos.
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