Estoy gratamente sorprendido. En los últimos años, los medios de comunicación y los grandes patrocinadores han empezado a tomarse en serio (aparentemente) el deporte femenino. En poco tiempo se han roto muchas barreras hasta el punto de lograr audiencias millonarias con la emisión televisiva de partidos de fútbol en prime time, de llenar los estadios de fútbol más significativo con partidos de las versiones femeninas de los equipos más renombrados o de emitir anuncios en la prensa y en la televisión de las estrellas femeninas del momento. Incluso, las diferentes autoridades se muestran firmemente interesadas en aparecer junto a campeonas y competidoras, a las que reciben en grandes actos oficiales. Diríase que las políticas de igualdad han empezado a dar sus resultados en campos en los que antaño ni siquiera se las esperaba. Sin embargo, creo que en este punto se antoja necesario obviar las alharacas y tomarse con cierta calma las novedades, no vaya a ser que toda esta vorágine sólo sea parte de una moda pasajera y de las necesidades de marketing de unos y de otros. Cosas peores se ha visto. En cualquier caso, abrir la puerta al deporte profesional femenino nunca será una mala noticia ni una mala inversión económica y social. Ahí están las pruebas.
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