La política en la Villa y Corte ha entrado en una fase camarote de los hermanos Marx muy surrealista y difícilmente previsible. No hace falta siquiera remontarse a la última semana. En las últimas 24 horas, en el rincón derecho del ring, Ciudadanos aparece noqueado por el goteo incesante de dimisiones por su no es no a Sánchez -del “con Rivera no” que se oyó en Ferraz la noche del 28 de abril hablamos otro día- y sus pactos con Vox. Vox ha roto con el PP -otra vez, ya rompieron un poquito la semana pasada- y Vox ha hecho público su acuerdo de “gobiernos de coalición” con PP y Ciudadanos. Otro golpe a Albert Rivera en el plexo solar del PP, que amenaza los gobiernos de la Comunidad de Madrid y Murcia. Ya veremos en qué queda. En el lado izquierdo del ring, Pedro Sánchez ha entrado en una semana de hiperactividad de reuniones, después de un periodo de dontancredismo digno del mismísimo Mariano Rajoy. Semanas de intentar dejar la pelota de la responsabilidad de la investidura en el alero de PP y Ciudadanos mientras Pablo Iglesias sigue esperando con su demanda de ministerios. Ayer, tras un nuevo no de Pablo Casado y de un Rivera que declinó acudir a Moncloa, volvió a reunirse con el líder Unidas Podemos. 58 días han pasado desde las elecciones generales.
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