Andan inmersos Albert Rivera y Ciudadanos, tanto monta, en algo que va camino de ser algo más que una semana horribilis. El esperpento protagonizado por PP y Vox con un pacto madrileño de contenido secreto -y muy polisémico a tenor de los acontecimientos- es solo la evidencia del más difícil todavía de los de Rivera en su sí pero no con Vox que, a estas alturas de la película y unido al desmarque y posterior divorcio de Manuel Valls en Barcelona y al desmentido del Elíseo de Emmanuel Macron -referente internacional de la formación naranja-, ya quizá solo se cree la parroquia más convencida. “Ciudadanos pacta de hecho con una formación reaccionaria y antieuropea. No vale esconderse detrás del PP”, apuntó acusador Valls. Casi nada. A Rivera le dimitió ayer su portavoz económico en el Congreso y miembro de la Ejecutiva, Toni Roldán, y también abandonó la Ejecutiva el europarlamentario Javier Nart. Una decisión justificada por el giro a la derecha del partido y la negativa a abrir una negociación para la investidura de Pedro Sánchez -en honor a la verdad, ese fue el gran eje de la campaña de Rivera para el 28-A- en un lunes por todo lo alto para un líder de Ciudadanos desaparecido en un partido caracterizado por un liderazgo personalista. Continuará, seguro.
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