soy de los que piensa que la Historia juzgará a Rajoy como uno de los peores presidentes de la democracia. La brutal merma de derechos a los trabajadores, el empobrecimiento de la gente, el enquistamiento de la cosa catalana y la corrupción pesan en mi balanza mucho más que cualquier aspecto positivo aunque ahora mismo no se me ocurra ninguno. No obstante, estaba hasta hoy bastante de acuerdo con aquellos que defendían que, probablemente, Rajoy pudiera llegar a ser el mejor expresidente. Calladito y discreto, ocupado en su plaza de registrador de la propiedad y, que se sepa al menos, sin aprovecharse de puertas giratorias o amistades peligrosas con banqueros, jeques o grandes empresarios. Sin embargo, parece que por fin empieza a comportarse como sus predecesores en los altos cargos políticos, o sea, incapaz de cerrar su bocaza y con esa sensación de que el país anda perdido sin él, que lo necesita para sobrevivir y que su caída de la poltrona no fue sino un aciago accidente fruto, sobre todo, de la consabida y supina e inconsciente imbecilidad de la plebe. Viene esto a cuento de que dice Rajoy que a España le conviene un pacto entre PSOE y Ciudadanos para dotar a España de la estabilidad y mesura que necesita. ¿Por qué no sabrán retirarse?