una temporada más. O una menos, según se mire. En cualquier caso, en lo que todos estaremos de acuerdo es que el Alavés ha cumplido con creces el gran, y por el momento único, objetivo de prolongar su estancia en Primera División. No es fácil competir en la élite y, si no, que se lo pregunten a Huesca, Vallecas y Girona, las tres poblaciones que han consumado el descenso de categoría. O a Tenerife, Las Palmas, Gijón, Cádiz, Zaragoza, Mallorca, Málaga, Oviedo, Granada, Córdoba, Coruña, Pamplona... Urbes casi todas más poderosas que Vitoria -de hecho la capital alavesa es incluso menor que el barrio madrileño- que continúan sumidas en el pozo de Segunda y del que la mayoría no escaparán a pesar de los esfuerzos renovados cada año por escalar el último peldaño de la empinada escalera. Mientras, el Alavés disfruta con la posibilidad de completar su cuarto curso consecutivo entre los clubes más poderosos. Sin embargo, lo cierto es que el próximo ejercicio volverá a partir entre los candidatos principales al fracaso, simplemente por presupuesto y potencial. Para empezar, habrá que buscar, otra vez, un director capaz de exprimir a una plantilla por encima de sus posibilidades. Y toca rearmar una plantilla que acusará bajas significativas. Lo dicho, volver a empezar. Es lo que toca.