Leo que el ideólogo económico de Pablo Casado ha anunciado que no recogerá su acta de diputado. Ha explicado Daniel Lacalle que considera “que personas del calibre de María del Mar Blanco deben tener un escaño”. “Creo que la mejor manera de servir al proyecto del PP y su labor en el Congreso es ceder mi acta y seguir trabajando y aportando en el área económica apoyando al Comité Ejecutivo y la Fundación Concordia y Libertad”. Nada que objetar, está en su perfecto derecho. Y efectivamente, parece que su abandono hará que Blanco entre el Congreso. Pero cabría quizá preguntarse si un escaño del Congreso es un asiento del tranvía, que se cede amablemente. Es decir, ¿no han tenido los ciudadanos la oportunidad de decidir qué personas se sientan en esos escaños? Y en este caso, probablemente habrá habido votantes del PP que hayan votado por él. Por otra parte, el elogio y la admiración de Lacalle hacia otros compañeros es respetable y le honra. ¿No habría sido más lógico, quizá, que cerrara la plancha de Madrid en lugar de ir en el número 4? Perdón por la malevolencia, porque conociendo la vida subterránea de los partidos quién sabe si le habrán invitado a dar un paso atrás, pero no puedo evitar preguntarme si esta decisión se hubiera producido si Casado estuviera hoy en disposición de formar gobierno.