Siempre que empieza una campaña electoral me vienen a la mente esos dos capítulos, sobre todo si de lo que se trata es de elegir a las instituciones supuestamente más cercanas a la ciudadanía. Me van a a decir que Matt Groening no debería ser considerado ningún faro de occidente, pero hay cosas con las que lo clava. Si no han visto nunca Los Simpson no conocerán esos dos maravillosos capítulos en los que veo a mi ciudad por todos los sitios. Creo que el primero en ser emitido fue ese en el que el pueblo imaginado por el creador norteamericano se encuentra con un dinero extra que quiere gastar en algo que necesite la localidad, pero aparece un listo que convence a vecinos y vecinas de lo moderno que sería construir un monorraíl. Consecuencia: las autoridades, ante el entusiasmo ciudadano, se gastan una pasta gansa en algo que no se requiere y que, además, da problemas desde el segundo uno de su construcción. El segundo, mira por dónde, tiene que ver con la gestión de basuras y con la promesa de recoger hasta el más mínimo residuo en el interior de cada casa según se genera. Por supuesto, el desastre presupuestario llega rápido. Y esto lo digo porque ahora que unos pocos van a prometer tanto, igual sería bueno recomendarnos a todos un poco de sentido común.
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