Resulta una obviedad, pero en unas elecciones, cualesquiera que sea su ámbito, todos y cada uno de los votos emitidos cuentan. También las abstenciones pueden ser determinantes. Hay ejemplos, cercanos y más lejanos, en los que un puñado de papeletas -o en algunos ámbitos, una sola- ha decantado unas elecciones o ha logrado condicionar resultados, mayorías y, en último término, gobiernos y políticas. Durante toda la precampaña y también en la campaña recién iniciada para las elecciones generales del 28 de abril se está volviendo a vislumbrar un intento de polarización entre el actual presidente español y candidato socialista Pedro Sánchez frente a los tres representantes de las derechas (PP, Ciudadanos y Vox), como únicas opciones en liza. Es cierto que siempre ha sido así, aunque es una tendencia que empieza a cambiar. Tradicionalmente, en Euskadi las elecciones generales han venido mostrando una especie de voto dual en el que muchos ciudadanos apoyaban una candidatura distinta que, por ejemplo, para los comicios vascos o locales. Era entendido como una especie de voto útil, de apoyo a quien, en principio, tenía opciones más o menos reales de lograr la presidencia del Gobierno en una batalla polarizada en el bipartidismo PP-PSOE. Sin embargo, eso ha cambiado de manera radical, pese a que estas formaciones buscan mantener el mismo esquema. Para estas elecciones en concreto, Pedro Sánchez está intentando como estrategia electoral agitar el miedo a la derecha, a una hipotética unión o alianza entre Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal que, por otra parte, los números extraídos de los sondeos no terminan de corroborar y que tampoco casa con la posibilidad más o menos difusa pero real de un posible pacto entre PSOE y Ciudadanos. Desde la perspectiva de Euskadi, este escenario supone un riesgo evidente. Primero, porque alienta el voto en negativo, como reacción. Y segundo, porque se obvia a los partidos de ámbito vasco, cuya labor y capacidad de influencia real en Madrid es imprescindible en la defensa de los intereses de la ciudadanía de Euskadi, como se ha demostrado no solo recientemente, sino a lo largo de las últimas décadas. Eso significa que esos sufragios también son voto útil -incluso más-, en la medida que responden a la agenda vasca que los partidos de ámbito estatal o bien obvian o bien diluyen dentro de otros intereses.
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