La detención de un vecino de El Campillo, con antecedentes penales por delitos graves, en el transcurso de las investigaciones por la muerte violenta en dicha localidad de la profesora Laura Luelmo confirma de forma dramática la realidad de la lacra de la violencia machista en toda su verdadera dimensión, que se expande también extramuros de las relaciones familiares o de pareja. De hecho, el caso de Laura no guarda relación con los principales motivos de riesgo que se analizan en los estudios sobre la violencia contra la mujer y basta apuntar que si lo que se denomina violencia de género (o feminicidio íntimo, el cometido por la pareja o expareja) se ha cobrado ya durante 2018 la vida de 46 mujeres en el Estado, el número de asesinatos de mujeres cometidos por hombres se acerca al centenar y nueve de cada diez asesinadas son víctimas de un hombre. Y aunque no se pueda negar que la sociedad ha avanzado en el posicionamiento público contra la violencia machista, como determina el incremento del número de denuncias -43.560 en el tercer trimestre de este año, un 2,3% más que en 2017 en el Estado, 1.482 en Euskadi, un 7,5% más-, esa mayor concienciación social, especialmente de las propias mujeres, no es suficiente ni llega a tener correspondencia clara en el ámbito de la investigación y detención de culpables. Así, ese incremento no ha conllevado el del número de investigados y detenidos, que ronda el 68% (por segunda vez desde 2010 no alcanza el 70% de los casos denunciados) cuando el porcentaje de sentencias condenatorias en los casos juzgados -una de cada cuatro denuncias- supera el 72%. Todo ello lleva a plantearse el problema de la violencia machista desde un plano más amplio que el de la protección de las mujeres, aspecto más imprescindible que necesario pero que no termina de demostrarse eficaz, más aún en casos como el de Laura Luelmo, en los que se antoja imposible por cuanto exigirían extenderla de modo universal. En realidad, superar el problema, su mera prevención, pasa por constatar que incluso en sociedades desarrolladas como las de nuestro entorno aún se permite la desigualdad entre hombres y mujeres en incontables ámbitos y que esa desigualdad social, cultural... subyace en una violencia machista cuya expresión más dramática es el asesinato pero que posee, por desgracia, un espectro mucho más amplio a combatir.