Los planes del Gobierno de Mauricio Macri tras la fuerte caída del peso frente al dólar en lo que va de año y que ha generado la huida del dinero frente al miedo al vencimiento de deuda, sitúa al país, al que su presidente declaró en “emergencia”, frente a un abismo ya conocido. La confirmación del ajuste no logró ayer llevar la tranquilidad al mercado: el peso volvió a caer y ya acumula una devaluación de casi un 50%. El anuncio del plan de contención basado en una profunda remodelación del gobierno y en el ajuste fiscal con eje en el aumento del impuesto a las exportaciones con destino en un alza de los tipos, dibuja un escenario de austeridad en el país andino para hacer frente a los pagos al FMI que desembolsará un crédito de 50.000 millones de pesos, el mayor préstamo del organismo financiero internacional que dirige Christine Lagarde. Ayer mismo, el responsable de Hacienda argentino pidió al organismo financiero el adelanto del préstamo pactado en junio, la misma institución a la que históricamente se ha asociado el hundimiento económico y social que en 2001 acabó en el famoso corralito financiero. Está por ver, no obstante, si el dinero aportado por el FMI como prestamista frente a la urgente necesidad de la liquidez ayudaría a Argentina a recuperar cierta confianza frente a las turbulencias financieras puesto que gran parte de su deuda está emitida en dólares. El escenario se complica tanto en el campo económico, una constante de Macri durante su gobierno, como en el político: se anuncian recortes en el gasto público y se impone un acuerdo con la oposición peronista que dibuja un escenario nada óptimo para las aspiraciones de reelección del presidente en 2019. Argentina resucita sus viejos desastres financieros cuando la política debiera estar otra vez a la altura de las circunstancias, sin penalizar a la clase media con la devaluación de la moneda y los profundos ajustes fiscales propulsados por la presión de los mercados que, una vez más, acusan las dudas, la incertidumbre y la vulnerabilidad. Macri, que aprieta ahora el cinturón tanto de su gobierno como de los argentinos, prevé déficit cero para 2019. Tiene un año para avanzar hacia el equilibrio en las cuentas, la reconquista de los mercados y de los propios ciudadanos o hacia otro desastre frente a la próxima cita electoral.
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