Catalunya arranca un nuevo curso político que se presume muy complejo, plagado de incertidumbres y amenazas y que, frente a lo que se prevé dadas las posiciones de los protagonistas, precisaría de altas dosis de cordura, sensatez, pragmatismo, diálogo y acuerdo. El propio president de la Generalitat, Quim Torra, reconoció ayer que se avecina un “otoño complicado”. Todo indica que lo será. Pero una cosa es que las próximas semanas y meses sean, en efecto, difíciles y otra, que la situación no pueda y deba encauzarse desde posiciones racionales que den pleno sentido a la grandeza de la actividad política en democracia. Por de pronto, Torra abre mañana el curso con una conferencia política que ha levantado la lógica expectación, dada la actual situación de bloqueo y de crispación trasladada incluso a las calles de Catalunya, sobre todo en los últimos días, con la agria polémica por la colocación y retirada de lazos amarillos en la vía pública. Curiosamente, ese mismo día, el martes, el magistrado que instruye la causa del procés, Pablo Llarena, está llamado a declarar por un tribunal belga por la querella civil presentada por el expresident Carles Puigdemont y cuatro exconsellers, aunque todo indica que no acudirá. En esa conferencia, el president podría avanzar la hoja de ruta que tiene prevista para los próximos meses, que van a estar llenos de acontecimientos y efemérides que previsiblemente añadirán tensión a una situación política ya de por sí enrevesada. Los hitos principales estarán en la tradicional Diada del próximo 11 de septiembre que, convocada por la ANC, prevé llenar la Diagonal de Barcelona con centenares de miles de personas bajo el lema Hacemos la República Catalana y, apenas veinte días después, será el primer aniversario del 1-O el que marcará la agenda con unas jornadas que, tal y como adelantó también Torra, girarán en torno a la movilización ciudadana y el “regreso” a los colegios electorales, con los juicios a los exconsellers encarcelados como punto álgido. Mientras -y a la espera de la vuelta también de la actividad parlamentaria en octubre- es de esperar que tanto el Govern como el Ejecutivo español mantengan un diálogo franco y abierto, pero también resolutivo, que derive en acuerdos y compromisos reales que ayuden a rebajar la tensión y la confrontación y pongan a Catalunya en la senda de la resolución.
- Multimedia
- Servicios
- Participación