La actividad política mostró ayer varios ejemplos de cómo la diversidad en las instituciones representativas tiene un papel que jugar pero también afronta un riesgo si se enfoca a estrategias de corto plazo. Lo sucedido ayer en el Congreso retrata un estado de cosas. Más allá de la ridícula circunstancia de que el PP enmendara sus propios Presupuestos para dar un bofetón al PNV en el rostro de todos los vascos, el hecho objetivo es que ayer se acreditó que desde la unión de diferentes sensibilidades se pueden inclinar balanzas y la coyuntura de esas decisiones es igualmente importante. Los Presupuestos de Cristóbal Montoro fueron aprobados definitivamente con el voto de quienes antes se opusieron a ellos y pretendían ser enmendados por quienes los habían propuesto. Una situación absurda que muestra un concepto bipolar de la democracia: el exministro acabó ovacionado, con motivo de su aprobación definitiva, por parte de quienes no lograron modificarlos. Escenificar cierta satisfacción tras una derrota no la minimiza. El PP perdió ayer su pulso y quiso retratar el contrasentido de que sus detractores aprobaran sus cuentas. Pero esto no oculta que el Congreso dispone de una mayoría alternativa. De circunstancias, sí; difícil de sostenerse en la construcción de proyectos, también. Pero capaz de reivindicar ante el ciudadano el valor de esa diversidad ideológica frente al modelo de rodillo tan deseado por algunos. Una situación que requiere de madurez en todos los agentes implicados. La misma madurez que debería trasladarse al ámbito institucional vasco en el marco de un terreno abierto a la posibilidad de activar un proceso de transferencias que debería ser definitivo. Para ello, más allá de la estabilidad del acuerdo PNV-PSE, debería contarse con la cohesión del resto de fuerzas vascas. Las competencias son de los vascos, no de los partidos. No cabe el absurdo de situar un asunto semejante en los términos que, también ayer, obligaron al Gobierno a retrasar la reforma de la RGI. La propuesta puede ser restrictiva o laxa, pero no ambas cosas a la vez, como argumentaban simultáneamente EH Bildu, Elkarrekin Podemos y PP. La mirada política empieza a reducir el foco hacia el corto plazo. Ganar batallas tácticas es un modo de preparar el año electoral que viene pero no construye nada.