Donald Trump ha pasado de lo impensable a lo imperdonable. Lo impensable era la trivialización de las decisiones del presidente de Estados Unidos que Trump ha realizado con el reiterado adelanto de las mismas a través de una red social concreta, llegando a despreciar incluso en algún caso el papel institucional de la Cámara de Representantes. Lo imperdonable es la banalización de la guerra cuando amenaza a Rusia por el mismo medio de un ataque con misiles en Siria. El tuit con que el presidente estadounidense -“Russia vows to shoot down any and all missiles fired at Syria. Get ready Russia, because they will be coming, nice and new and smart!” (Rusia promete derribar todos los misiles disparados en Siria. ¡Que se prepare Rusia, porque llegarán bonitos, nuevos e inteligentes!)- se ha referido a un conflicto en el que, según el Centro Sirio de Investigación en Políticas, el número de muertos se estima ya en 470.000, la mayoría civiles, y que ha causado cinco millones de desplazados internos y otros tantos refugiados y que presenta un riesgo de escalada en la confrotación geoestratégica que habría obligado al propio Trump a suspender su viaje a Lima para la Cumbre de las Américas, es el colmo de la irresponsabilidad en sus apenas 223 caracteres, que parecen reunir menos inteligencia política que la que se atribuye a los misiles. Aun considerando innegable que Bachar Al Assad representa todo lo que dice Trump -“un animal que mata con gas a su gente y disfruta”- y que la comunidad internacional y la ONU se muestran incapaces de detener las atrocidades contrarias a cualquier regla, incluso bélica, que se vienen cometiendo en Siria, cabe preguntarse por qué el presidente de Estados Unidos parece empeñado en llevar al límite, incluso al absurdo, las relaciones diplomáticas con Rusia ahora, a raíz del último ataque químico en la localidad de Duma, confirmado ayer por la OMS, cuando el Comité de Investigación de la ONU ha contabilizado en Siria nada menos que 35 ataques químicos desde 2013. También por qué ese empeño se hace público y patente justo un año después de que en abril de 2017 Estados Unidos ya lanzara 59 misiles Tomahawk contra la base siria de Al Shayrat y tras permitir que, durante ese año, el regimen de Al Assad, con la colaboración de Rusia e Irán, haya encarrilado una guerra que no hace tanto parecía tener perdida.