Los datos que recoge el informe de Unicef Los niños y las niñas de la brecha digital en España, elaborado por el grupo Kids Online de la UPV, entre los que destaca la inclusión de los resultados de otro informe anterior con cuatro mil encuestas a adolescentes que revelan el alto índice de casos de acoso sexual online (cuatro de cada diez chicas y tres cada diez chicos) dan la verdadera y escandalosa dimensión de un problema creciente que exige medidas concretas más allá de la propia difusión de su existencia. La revolución tecnológica que disfruta y al mismo tiempo padece nuestra sociedad expone a los más jóvenes a través de internet a un universo mucho más difícil de definir, controlar y predecir que las relaciones personales directas, ante cuyos riesgos ya antes la sociedad se había dotado de medidas de prevención que, sin embargo, no son suficientes para este nuevo modo de socialización online en el que cada vez se participa más temprano: la edad media a la que los niños del Estado reciben su primer smartphone son los diez años. Que una de cuatro adolescentes admitan haber sido contactadas online por algún adulto que buscaba algún tipo de contacto sexual -un 9% en el caso de los chicos- es otro de los datos que debería hacer sonar todas las alarmas porque, además, el de intención sexual es solo uno de los tipos de acoso que soportan niños y adolescentes. La necesidad de actualizar y desarrollar la legislación de modo que se garantice un uso de internet y de las redes sociales seguro (o cuando menos más seguro que en la actualidad) para la infancia y adolescencia es ya perentoria, del mismo modo que se antoja imprescindible explicitar las responsabilidades de las empresas tecnológicas al respecto para que la hoy casi absoluta ausencia de controles no pueda escudarse en un supuesto vacío legal. Ahora bien, el cada vez más temprano uso de internet y las redes sociales (el 95% de los niños entre 10 y 15 años) hace que la primera exigencia deba ser formativa y pase por incluir los riesgos de la actividad online entre las prioridades de la formación familiar, también de los curriculums educativos, promoviendo en su caso la sensibilización de padres y educadores. No se trata de demonizar el uso de las nuevas tecnologías o la relación personal a través de las mismas, sino de desarrollarlas hasta que se sitúen bajo las mismas coordenadas que nos previenen y protegen en las relaciones sin ellas.