El anuncio por el Foro Social Permanente de la disposición que el colectivo de presos de ETA, EPPK, muestra a “reconocer el daño causado” así como del inicio de su cambio de actitud en cuanto a adoptar medidas individualizadas que contribuyan a la modificación de sus situaciones penitenciarias es susceptible de ser considerado un paso más en la dirección idónea hacia la normalización y convivencia. No en vano, la concreción de ambos aspectos supondrá un cambio de paradigma respecto a la actitud histórica del colectivo de presos y al análisis que desde el mismo se venía realizando tanto de su actuar violento como de su realidad penitenciaria. Conviene, sin embargo, matizar que el anuncio de la disposición de EPPK a admitir su responsabilidad en el daño infligido a las víctimas no es la admisión efectiva del mismo, que sigue pendiente. También que a esa admisión no le acompaña de momento la asunción de su in justicia y, por tanto, la admisión de que las víctimas, por serlo, y la misma sociedad vasca, por padecerlo, ambas injustamente, tienen derecho a explicitar las recriminaciones a que se han hecho acreedores debido precisamente a que ellos cometieron la enorme injusticia y el dramático error del empleo de la violencia. Pretender difuminar esa responsabilidad limando crudeza a la realidad que provocaron puede servir, quizás, para eliminar o evitar ciertas resistencias internas, pero no contribuye a proporcionar toda la credibilidad al cambio de actitud, exigible aunque incluso pueda comprenderse difícil para aquellos que ahora deben asumir su trágica equivocación y con ella el reproche que conlleva, como tampoco contribuye a a que esta censura se vea limitada por la generosidad que la búsqueda de la convivencia parecería aconsejar. Entre otras razones porque el daño causado no se puede asumir de un modo acrítico que elimina la admisión de la equivocación cometida durante décadas, sino que para ser motivo de la consiguiente “desmovilización” de ETA que se anuncia en seis meses debe ser razonado precisamente en la tragedia del error del empleo de la violencia. No en vano, la resistencia a aceptarlo así implicaría la admisión de que, como se viene afirmando desde algunos ámbitos políticos que también ofrecen resistencias a la normalización y la convivencia, el único motivo de la disolución es la constatación de la derrota.
- Multimedia
- Servicios
- Participación