Escogió el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, como último acto público del año la inauguración de la ampliación del puente de Rande, en Pontevedra. El evento le permitía construir una imagen y un discurso apelando a tender y ampliar puentes “que unen y no separan”. Imagen y discurso que, de tan obvios por el entorno, probablemente no hacen sino volverse contra un Rajoy y un Ejecutivo que cierran un año particularmente pródigo en evidenciar sus dificultades para tender esos puentes. No hace falta mirar muy atrás, el adelanto anunciado por el propio presidente el viernes para la convocatoria de la constitución del Parlament el 17 de enero, en virtud de las facultades que le otorga la aplicación del artículo 155 de la Constitución es por sí solo el epítome de cómo están de dinamitados los puentes entre el Estado y Catalunya. Pero es que el lunes mismo, con el inicio del año, los Presupuestos Generales del Estado entrarán oficialmente en prórroga. El Gobierno español parece haber ido quitando relevancia a este asunto, ayudado en parte por el eclipse en el debate público que ha ejercido el devenir incesante de acontecimientos en Catalunya desde el final del verano, coincidiendo precisamente con los meses en los que se tramitan, debaten, negocian y votan los proyectos presupuestarios. Aunque el Ejecutivo no parece trabajar en otro escenario que no sea el de aprobar unos nuevos Presupuestos -sin haber dado señales de cómo piensa hacerlo, al menos de momento y mientras no se resuelva la formación de Gobierno en Catalunya que, según el presidente, marcará el fin de la aplicación del artículo 155-, Rajoy no dudó en su balance anual del viernes en Moncloa en restar importancia al asunto, al afirmar que, si no se consiguen sacar adelante las Cuentas, se continuará con la prórroga de los actuales. Y es precisamente esa displicencia a la hora de constatar su minoría parlamentaria y, por tanto, la necesidad que tiene su Gobierno de buscar acuerdos para, en este caso, aprobar los Presupuestos la que nuevamente contrasta con viveza con discursos sobre tender puentes como el que ayer pronunció en Galicia. Y lo más llamativo de todo es que, efectivamente, tender puentes es, no solo una necesidad, sino una obligación para abordar conflictos como el abierto con Catalunya, que está lejos de reconducirse con la mera aplicación de medidas como el 155.