La escasa aportación de la última cumbre de de la Unión Europea, que se cerró el viernes, a la hora de modificar las políticas de inmigración para enfrentar el enorme drama humano de los cientos de miles de personas que se agolpan a las puertas de nuestro continente, denota hasta qué punto la UE ha reducido el fenómeno de la inmigración a un problema para la cohesión entre los estados miembro y como causa de populismos indeseados que podrían provocar inestabilidades internas. Los veintisiete no han ido en Bruselas más allá de la constatación de que el flujo de inmigrantes no se detiene pese a las medidas de contención puestas en marcha sin siquiera elevar el tono ante la realidad del fracaso del acuerdo para el reparto de la acogida de refugiados implementado por la UE va para dos años. Un fracaso que ya ha sido advertido en varias ocasiones por el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y que es perfectamente constatable en el Estado español, que debe acoger 17.337 personas refugiadas para setiembre y sólo lo ha hecho con 1.304, apenas el 8% del total, lo que dificulta, cuando no impide, iniciativas de acogida como las desarrolladas por el Gobierno Vasco, con el liderazgo del propio lehendakari Urkullu, y lleva a la desesperanza en los esfuerzos que la sociedad, a través de ONG y asociaciones de ayuda, ha venido y viene impulsando. Esa ausencia de respuesta por parte de la Unión Europea, de los estados que la conforman, conlleva además otra realidad, la de los inmigrantes ilegales que, ya dentro de la UE, pretende trasladarse de país a país, fenómeno del que tampoco Euskadi se libra. La continuada y diaria presencia de polizones en los puertos vascos, la falta de claridad e inmediatez en la capacidad de respuesta institucional a su presencia, que les condena a repetir una y otra vez el intento, es prueba evidente de ello, también de que la propuesta de un corredor humanitario planteada por el Gobierno Urkullu puede ser siquiera un modo de paliar en un pequeño porcentaje una crisis humana de dimensiones incalculables que extiende el número de refugiados en el mundo a más de sesenta millones de personas, de los que más de 21 millones son estrictamente refugiados protegidos por la legislación internacional, que los Estados deberían cumplir, por cuanto huyen de un conflicto bélico.
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