La política es así, todo puede cambiar en un segundo... o en unos meses. Si algo ha dejado claro el Congreso Federal que ha entronizado a Pedro Sánchez en la Secretaría General del PSOE -por segunda vez- es que Sánchez ha ganado la batalla del relato. Un relato épico, sin medias tintas. Sánchez se ha sobrepuesto a sí mismo, a un historial electoral decepcionante y a una gestión de aquellas elecciones generales y su moviola cuestionable; y se ha sobrepuesto a los suyos, que suele ser lo más difícil, a esos compañeros de filas que lo menospreciaron, primero, y lo defenestraron después. El panorama parece seguir siendo el mismo: aquel no es no a Rajoy sigue topándose con los vetos cruzados de Ciudadanos y Podemos. Pero Sánchez no es el mismo. Su liderazgo interno tiene esta vez la solidez de haber tumbado a los pronósticos y al aparato del partido, apunta a aquel hiperliderazgo que ejerció en su día Rodríguez Zapatero. Veremos cuánto dura el laissez faire del susanismo y de los barones. Su promesa de viraje a la izquierda y a conceptos como plurinacionalidad tiene aún que tomar forma. Igual que tiene que tomar forma ese discurso más templado que Pablo Iglesias dirigió a la bancada socialista en el debate de la moción de censura. Mismos protagonistas, entorno similar... Veremos cómo continúa el relato.
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