El 39º Congreso Federal del PSOE celebrado el pasado fin de semana en Madrid ha blindado el liderazgo de Pedro Sánchez -algo previsible tras haber recibido el respaldo mayoritario de la militancia frente al aparato socialista-, que a partir de ahora contará con una dirección a su medida, sin barones ni miembros críticos y cuyo gran objetivo, tal y como afirmó el domingo en su discurso, será “poner rumbo a La Moncloa”. El nuevo PSOE, por tanto, nace en cierto modo monolítico -aunque, evidentemente, no lo es- y con el hiperliderazgo de un secretario general que tendrá las manos libres para actuar. La gran duda es hasta cuándo disfrutará de esa aparente libertad, ganada entre las bases pero que estará permanentemente monitorizada por los barones, que ya han deslizado la acusación de “sectarismo” en la nueva Ejecutiva. Con estos mimbres, el PSOE afronta su anunciado asalto a la Presidencia del Gobierno español, previo asedio a Mariano Rajoy, cuyas políticas prometió “desmontar”, objetivo para el que intentará contar con Podemos y con Ciudadanos, aunque los vetos cruzados hacen prácticamente imposible la meta. Asimismo, los socialistas aprobaron finalmente la ponencia política en la que se fija el “carácter plurinacional del Estado” mediante “una reforma constitucional federal, manteniendo que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español”. El propio Pedro Sánchez llegó a afirmar el domingo en la clausura del Congreso que España es una “nación de naciones”. La formulación es en apariencia novedosa, aunque no queda claro el alcance de la misma ni si la apuesta es meramente cosmética o implica cambios más profundos. De momento, la propuesta concreta es una gran incógnita y el Congreso socialista nada ha aclarado al respecto. Aunque Sánchez parece mezclarlo todo, no es lo mismo “Estado plurinacional” que “nación de naciones”, conceptos que pueden ser muy distintos y pueden tener una gran significación y proyección jurídico-política o quedarse en meros juegos de palabras a los que el PSOE es muy aficionado. Otra evidencia es que el reelegido secretario general aludió en varias ocasiones a Catalunya -“España quiere a Cataluña”, dijo, al tiempo que Alfonso Guerra pedía suprimirle la autonomía- pero ninguna a Euskadi. Los socialistas tienen aún mucha tarea por delante, conceptual y políticamente.