La verdad es que a veces no cuesta nada preguntarse si nuestros políticos hacen un particular esfuerzo por adoptar formatos berlanguianos, rollo “como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo...”. La última entrega vibrante y brillante la ha protagonizado Mariano Rajoy, master del universo en la materia. Supongo que la habrán oído, debate de la moción de censura de Unidos Podemos: “Cuanto peor, mejor para todos, y cuanto peor para todos, mejor, mejor para mí, el suyo beneficio político”. Si Pablo Iglesias no colapsó, debió de faltarle poco. Entiendo que esto de pasarse el día hablando en público es bastante más jodido de lo que nos pensamos y que patinar, incluso leyendo un discurso, es bastante comprensible. Pero también sospecho que Rajoy monta estos trabalenguas fantásticos e ininteligibles de manera absolutamente consciente para epatarnos. El momentazo del peor mejor anda casi casi al nivel de la indemnización en diferido de Cospedal, compitiendo seriamente con otras sentencias épicas del presidente como “es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde” o, mi favorita, “un vaso es un vaso y un plato es un plato”. Grandes momentos a los que solo puedo añadir, citando claro a Rajoy, “¡viva el vino!”. “Fin de la cita”.