Es lo que tiene, oiga. Nos guste más o menos a unos o a otros, vivimos en una sociedad donde el dinero marca la diferencia, lo cual es una putada cuando naces, como yo, con la intención de ser guapo y rico, pero ni una cosa ni la otra. A las instituciones les pasa lo mismo. Que puede usted decirme desde el gobierno que sea que quiere que el tren pase por Gasteiz soterrado por aquí, por allá o por acullá, en no sé que plazos y haciendo el pino puente carpado con paso incluido por una estación de lo más moderna. Que puede usted decirme que quiere que el centro de la capital alavesa se llene de proyectos chanchis para que todo parezca cada día un jaialdi sin fin. Que puede usted decirme... Si yo no dudo de sus buenas intenciones -bueno sí, pero no vamos a entrar ahora en eso- pero aquí hay un problema que, aunque repita muchas veces, parece que algunos no entienden: ¿cuánta pasta cuesta lo que usted me propone y quién la pone sobre la mesa? Ahí, y no en ningún otro lado, empiezan o terminan las intenciones, ideas, objetivos, propuestas, quimeras, proyectos... Lo ponga usted en un talón, cómodos plazos, todo en metálico o como desee, pero aquí lo que importa es el money, el soldi, el raha, el nyiaj, el geld o como quiera usted decirlo.
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