Y no me refiero al dopaje. Primero fueron Suker, Romario y Figo; después, Arantxa Sánchez Vicario; luego Xabi Alonso, Villa, Eto’o, Casillas, Nadal... Más recientemente, Mascherano, Messi, Neymar y, el último de la lista, Cristiano Ronaldo. Son algunos de los deportistas de élite acusados y la mayoría de las veces condenados por defraudar a la Hacienda española. Hablamos de muchos millones de euros, en el caso del portugués nada menos que 15. Imagínense cuánto ingresan para generar tantos impuestos. Dense cuenta del ejemplo a seguir por millones de aficionados que les admiran y hasta depositan buena parte de su estado de ánimo en sus éxitos y/o fracasos. Salen por la tele, en los periódicos, la gente paga mucho dinero por verles en acción. Las marcas publicitarias los contratan como imágenes ideales de un mundo perfecto. Son los iconos de hoy que han sustituido a los toreros e incluso a los cantantes de ayer. Los chavales, y no tan chavales, se visten y se peinan como ellos, se tatúan sus nombres, se compran camisetas y gorras para llevarlos siempre pegados a su piel. No sé si son conscientes de todo lo que representan y a cuántos influyen con sus comportamientos. Probablemente piensen que aún ganan poco dinero para lo que se merecen. Ricos imbéciles.