Aunque muy aficionada a las teorías de la conspiración, la pasada de frenada de Oleguer Pujol, hijo del expresident Jordi Pujol, afirmando en una entrevista radiofónica que “hay un interés especial en desacreditar el nombre de mi padre. Se le ha querido desterrar internamente: lo que tienen en contra de mi padre se podría comparar con lo que hacen en China con el Dalai Lama. Buscan destrozarle, el encarnizamiento es muy fuerte”, roza lo surrealista, por mucho amor de hijo que una quiera ver en sus palabras. ¿Dalai Lama? Hombre... O eso, o una operación victimismo en marcha, todo aliñado en plan macedonia con el clásico meenvuelvoenlabandera con la justificación de que el que fuera oficialmente honorable era percibido en Madrid “como una pieza muy importante del procés”. Y no cuestiono esto último, porque algo de razón creo que tiene, pero del mismo modo sospecho que este tipo argumentos hacen un flaco favor a ese procés que Oleguer Pujol parece querer defender. Entre otras cosas porque, aunque no se acuerde, todo esto estalla porque Jordi Pujol confesó que tuvo un dinero distraído al fisco en Andorra. Quizá convendría recordar que esa sombra de corrupción y enriquecimiento personal, que en algún otro caso ya se dirime en los tribunales, sí que es un factor que daña al procés.