La amplia diferencia que muestran las encuestas -las últimas, de más de 20 puntos- a favor de Emmanuel Macron parecen descartar en las presidenciales francesas de mañana sorpresas de última hora como las que se produjeron, con márgenes mucho más reducidos, en las elecciones estadounidenses, en el referéndum sobre el Brexit o en el de la reforma constitucional italiana. Así pues, se antoja previsible su triunfo frente a Marine Le Pen aun si la líder de la ultraderecha francesa parece capaz de invertir la tendencia de los últimos días y de acercar su porcentaje de voto al de Macron, situándolo por encima del 40%. Sin embargo, un resultado así consolidaría a Le Pen, es decir, a la derecha xenófoba y eurófoba, como alternativa política y al Frente Nacional como principal partido opositor frente a un movimiento, el En Marche! liderado por Macron, que con apenas un año de vida depende del apoyo de formaciones como el MoDem de François Bayrou para estructurar un partido y las candidaturas necesarias en las cinco semanas que restan hasta esa tercera vuelta que serán las legislativas del 11 y 18 de junio. Con la dificultad añadida de que entonces las tradiciones republicana y socialista (y sus candidatos locales) pesarán más que en las presidenciales y dividirán el voto en perjuicio de Macron, quien se ha beneficiado del desencanto hacia la haute politique de las formaciones que han regido los destinos de Francia durante seis décadas, desde la instauración de la V República. Quiere esto decir que si Macron no obtiene un triunfo que debilite a Le Pen y arrastre sufragios hacia las legislativas de junio, será difícil que su presidencia posea la estabilidad imprescindible para poner en marcha el programa de reformas que ha propuesto en estas presidenciales y, quizá hasta más importante, para evitar o limitar el crecimiento de los extremismos -que tratarán de nutrirse de ese desencanto que golpea a Los Republicanoss y al Partido Socialista- e impedir a estos el cuestionamiento, en coincidencia con la negociación del Brexit y un presumible claro triunfo conservador en las elecciones británicas del 8 de junio, del actual papel de Francia en la Unión Europea, con la consiguiente desestabilización de la UE. Sin olvidar, en el plano más cercano, que hoy sería el entorno que apoya a Macron, particularmente Bayrou, el sector político francés más permeable a las inquietudes de Iparralde.
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