En poco más de diez días, el mundo ha contemplado con creciente inquietud y preocupación la insensata escalada bélica, acompañada de la correspondiente salida de tono verbal, que se ha venido desarrollando en distintas zonas del planeta con protagonismo especial de Estados Unidos, Rusia, Siria y Corea del Norte. Unos escenarios y unos protagonistas ciertamente impredecibles y que nos han situado ante las siempre peligrosas arengas y amenazas de guerra. El ataque con armas químicas presuntamente perpetrado por el régimen sirio contra la población civil y que causó numerosos muertos, muchos de ellos niños, y el consiguiente contraataque por parte de EEUU con el lanzamiento en Afganistán de la bomba no nuclear más potente -que también provocó más de un centenar de víctimas mortales- han precedido al enconamiento de la situación en Corea del Norte, cuyo régimen está siempre dispuesto al enfrentamiento militar, sin olvidar la nueva tensión abierta entre EEUU y Rusia, que también ha alardeado de su potencial bélico. El exhibicionismo mostrado por el dictador Kim Jong-un durante los últimos días, con el impresionante desfile militar en el que ha querido mostrar su fuerza destructora, y sus amenazas de estar preparado para responder a un conflicto nuclear han vuelto a agitar los vientos de guerra y han generado la lógica preocupación de la comunidad internacional. El, al parecer, estrepitoso fracaso de Corea del Norte ante su fallido lanzamiento ayer de un misil han amortiguado el temor a un enfrentamiento de consecuencias imprevisibles, pero no han apagado las amenazas. De momento, EEUU ha respondido con cierta precaución, aunque ha calificado el ensayo de “provocación”. Da la sensación de que Donald Trump está empeñado en lavar su paupérrima gestión como presidente con una escalada bélica que está sobrepasando los límites de la prudencia. No es nada nuevo, otros presidentes norteamericanos ya intentaron desviar la atención de sus fracasos en los asuntos internos mediante llamamientos a la guerra o al rearme para enfrentarse a enemigos exteriores. De momento, nos encontramos en medio de esta escalada de consecuencias aún inimaginables donde debería imperar la cordura. Pero demandar sensatez a Trump, Putin, Al Asad y Kim Jong-un es, hoy por hoy, una quimera.