Tras la decisión de los británicos en el referéndum del 23 de junio de abandonar la Unión Europea (51,9% a favor del Brexit), la aprobación por el Parlamento británico de la legislación de salida de la UE y su inminente sanción por Isabel II, la activación formal por el gobierno conservador de Theresa May antes de fin de mes del artículo 50 del Tratado de la Unión, que regula el mecanismo de salida unilateral de un país miembro, iniciará un proceso que además de culminar la salida británica provocará una profunda transformación de la UE. Prueba evidente es la presentación la semana pasada por el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, del Libro Blanco sobre el Futuro de Europa, que analiza nada menos que cinco posibles escenarios distintos para la UE en el horizonte de 2025. Sin embargo, el análisis de la CE no contempla otro vector en la más probable que posible transformación de Europa. Mientras la UE y Gran Bretaña negocian las condiciones de salida y la Unión de 27 miembros elige y conforma su nuevo modelo -entre los que plantea dos velocidades, más cohesión, desmembramiento u otros posibles-, dos históricas naciones europeas, Escocia y Catalunya, pretenden también en los próximos meses desarrollar en paralelo sendos procesos que deben culminar en un referéndum para determinar su estatus político y cotas de soberanía con la intención de seguir formando parte de esa misma cambiante Unión Europea. En el caso de Escocia, con el razonable aval de que si en el referéndum anterior la permanencia en la UE fue un factor determinante en la victoria del no a la independencia (55,3%), el hecho de que Gran Bretaña salga de la Unión puede cambiar el sentido del voto en una sociedad que muy mayoritariamente (62%) se manifestó por permanecer en la UE el pasado 23 de junio. Y en ese caso, ¿cómo va a negarse a aceptarlo la Unión? Aún antes, según el cronograma soberanista del Govern que preside Carles Puigdemont, Catalunya habría tenido que manifestarse también sobre su estatus futuro o, en su defecto, haber acordado con el Estado español un nuevo modelo de relación en base a nuevos conceptos de autogobierno, algo a lo que asimismo aspiran en el corto-medio plazo Euskadi, Flandes, Irlanda del Norte... Efectivamente, más allá de la salida de Gran Bretaña, algo está empezando a cambiar en la UE.
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