vaya, vaya con 2017. Parece que entramos en el año de la superación definitiva de nuestro tradicional paletismo. Debe ser que los sucesivos informes PISA están encendiendo nuestras alarmas y, sobre todo, las de los que nos examinan y nos juzgan. ¿Recuerdan que no hace mucho, allá por finales de enero, un estricto funcionario de Burgos tumbó a 38 de los 62 aspirantes a bombero por faltas de ortografía? A las primeras de cambio, además, sin sopesar antes su valía para apagar fuegos o rescatar personas en accidentes. Aquella estricta -y ya escribí que a mi modo de ver estúpida- interpretación de la norma no conllevó demasiadas consecuencias que yo sepa. Es más, diría que incluso ha creado escuela. Pero se han pasado... otra vez. Resulta que Interior había convocado 2.700 plazas de Policía Nacional que, si es por la ortografía, ni siquiera se habrían podido completar. Carriño, cián, aruñar, yuyo, champurrear o diunvirato eran algunos de los cien términos que los aspirantes debían catalogar como correctos o incorrectos. La hecatombe fue mayúscula como pueden suponer. Tanto, que hasta ha provocado la destitución del comisario responsable de la prueba. Interior ha anulado este examen, lo que no me parece mal. Hasta la próxima.
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