las conversaciones de bar son una fuente de inspiración a la que es conveniente aferrarse con aviesa intención. Entre sorbo y sorbo al cafelín mañanero, a uno le llegan impulsos de todo tipo que, si aciertan a engranarse con la neurona adecuada, son capaces de transformarse en ideas brillantes o, como mal menor, en escritos como éste. El caso es que en una de esas reuniones junto a la barra, que siempre se encuentran a caballo entre la desesperación laboral y la esperanza ociosa, una voz (digamos que anónima) burbujeaba de emoción al relatar una nueva adquisición en una de esas grandes plataformas de ventas que existen en Internet y que amenazan con engullir a todo aquel comercio que no sepa afrontar el devenir de los tiempos con cierta algarabía intelectual y arrojo empresarial. El citado narraba la compra de un dron, no mayor que un puño, y por menos dinero que un paquete de calcetines de diseñador de nombre rimbombante. Interrogado por el futuro uso del aparatejo, su respuesta fue de lo más esclarecedora: “para vacilar en casa”. Justo al instante, una imagen se ha convertido en recurrente en mi cabeza. Donald Trump tiene miles de drones a su disposición. Si le da por vacilar al personal... En fin, lo dicho, inspiración de barra de bar.
- Multimedia
- Servicios
- Participación