La aprobación por los líderes de los 28 Estados miembro de la UE, reunidos ayer en Malta, de nuevas medidas para frenar la llegada de inmigrantes a través del Mediterráneo, principalmente en el corredor marítimo entre las costas libias y las de Italia, vuelve a evidenciar la primacía de las políticas de contención del flujo migratorio frente a las del análisis y mitigación de sus causas en las iniciativas desplegadas por la UE desde que la denominada crisis de los refugiados alcanzó su actual dimensión hace ya más de un lustro. Y aunque es cierto que Europa afronta la parte relevante de un problema que engloba a 60 millones de desplazados (el número más alto desde la II Guerra Mundial) en todo el mundo -de los que según Acnur, 20 millones son refugiados y dos millones más solicitantes de asilo humanitario- dado que Siria, Afganistán, Somalia, Sudán, Iraq o Eritrea son origen de cerca de más del 65% de ese flujo migratorio, no lo es menos que las medidas coercitivas -o si se prefiere disuasorias- puestas en práctica a través de Frontex no han servido de solución. Prueba evidente es que, según Unicef, sólo en los dos últimos meses se han contabilizado 1.354 ahogamientos de inmigrantes en el Mediterráneo. Ahora bien, señalar a las instituciones europeas cuando la Comisión y el Consejo han forzado la adopción de acuerdos rechazados o incumplidos luego por los gobiernos de los Estados miembro no sería justo. En este caso, como en otros en la UE, cabe adjudicar la responsabilidad a los Estados, que ayer volvieron a fijar el problema en el control de las fronteras libias mientras apenas han cubierto el 12% del compromiso adquirido hace año y medio de reubicar a 160.000 solicitantes de asilo y reasentar a 22.000 refugiados. Y baste el ejemplo del Estado español, que solo ha acogido a mil de los 17.337 refugiados que se comprometió a admitir. Que Euskadi, el Gobierno Vasco, en iniciativa unilateral, ofrezca gestionar un corredor humanitario para proporcionar acogidas es, en ese sentido, un ejemplo aun si palía una parte mínima de una crisis incalculable. Europa, la Europa que se escandaliza con Trump, también por su pretensión de levantar un muro con México mientras ella misma levanta barreras en su frontera sur (físicas en el caso de Ceuta y Melilla), necesita otros compromisos, más acordes con sus principios fundamentales que con los intereses de sus Estados.