Barruntas que la Navidad está a la vuelta de la esquina cuando, como el turrón, vuelve la eterna discusión con tu madre o tu abuela sobre el menú de la cena de Nochebuena y siguientes. En mi familia el debate se ha ido democratizando mucho. Prácticamente funcionamos ya modo asamblea, nos falta votar si votamos con papeleta o a mano alzada, pero vaya. Bueno, sin entrar en detalles, hemos tenido años de cruentas batallas dialécticas de fondo y de forma, somos ya casi como un partido político. Piensas que estas cosas solo pasan en tu casa, pero no, adivinas alrededor en cualquier esquina la misma discusión. Mientras esperas en un paso de cebra y escuchas el chico de al lado hablar por el móvil, o porque una compañera de trabajo te comenta la jugada, o porque vas a la pescadería y la conversación deriva hasta ahí... Esas discusiones bizantinas para acabar haciendo el mismo menú del año pasado... Porque somos así, animales de costumbres. Y la costumbre no es solo cenar sopa o comer cardo o yo qué sé. No. La costumbre es discutir dos semanas por ello sabiendo todos que dará igual. Y lo confieso, me encanta. Ese modo bucle de una familia es volver al hogar. Repetir tradiciones, incorporar nuevas, esos pequeños momentos tontos que son en realidad los importantes. Atesoremos momentos. Eguberri on!