No sé si la Navidad traerá un poco de paz a los hombres y mujeres de buena voluntad, pero tela cómo tenemos el panorama político. La guinda ha llegado con el portazo que se ha marcado José María Aznar. Después del divorcio de FAES del PP, llegó el divorcio de Aznar de Mariano Rajoy, con su renuncia a la presidencia de honor del Partido Popular. Seguramente es la crónica de una ruptura anunciada y seguramente pasado el primer momento todo seguirá igual, con Aznar en ese papel de Pepito Grillo que viene ejerciendo en su partido desde hace ya tiempo. Aznar incluso se ha permitido la postrera venganza de eclipsar con su anuncio la esmeradamente preparada visita de Rajoy a la ONU. En la bancada de enfrente, continúa el pulso entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, horizonte Vistalegre II. Iglesias y Errejón están más próximos a la generación millenial y extienden sus encendidos debates, más allá de las cartas y el teléfono, a redes sociales. En el PSOE da la sensación de que unos y otros velan armas y recomponen fuerzas en los cuarteles de invierno... ¡Si hasta en Ciudadanos se han sumado a esta especie de pimpinelismo político! Ya saben, “Quién es. Soy yo. Qué vienes a buscar. A ti. Ya es tarde. ¿Por qué? Porque ahora soy yo la que quiere estar sin ti. Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta...”.
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