Se acerca el final del año y casi aunque no quieras acabas haciendo balance. Tropiezo con un documental sobre la llegada de Mijaíl Gorbachov al poder en la URSS, la relación con los EEUU de Ronald Reagan, la caída del bloque comunista... Hay un viaje que recomiendo: Berlín. Por muchas razones. Una de ellas, la del simple conocimiento de esta Europa desvencijada. Y me permito sugerir dos visitas: el memorial y centro de documentación sobre el Muro y el centro de interpretación del Holocausto. En concreto, en el primero, entre la mucha información e historias que ofrece -historias muchas de ellas con nombres y apellidos-, había una proyección de aquellas horas que inevitablemente en mi cabeza suenan con banda sonora de Pink Floyd, de personas subidas al muro con picos, de rostros de felicidad, de lágrimas de emoción. Y volví a ver esas imágenes en el documental del otro día. Y qué curioso cómo el mismo continente que derribó muros ahora los construye. Qué curioso y qué triste y desolador. En este año de refugiados abandonados a su suerte a las puertas de Europa, en este año de Brexit, en este año de triunfo de los Trump y compañía. Qué lástima esta Europa capaz de lo mejor y capaz de tropezar con la misma piedra tantas veces.
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