Interesante noche documental la del viernes en La 2, como aperitivo a las elecciones presidenciales de Estados Unidos de pasado mañana. Un periodista reflexionaba en clave autocrítica, admitiendo que seguramente los medios de comunicación le han hecho media campaña a Donald Trump prestándole una atención que su insustancialidad discursiva no merecía pero atendiendo a su histrionismo, egolatría, demagogia y sentido del espectáculo. Otro advertía de que la campaña ha acabado adoptando las reglas de un reality show de la peor especie, en el que el personaje más provocador e insultante se alza vencedor. También señalaban la, decían, inhabitual pugna de dos candidatos que generan más rechazo que ilusión, que movilizan voto para que no gane el otro, así como las carencias de Hillary Clinton, como una candidata lejana para la ciudadanía, un rostro del establishment frente a un outsider paradójicamente construido sobre la especulación y las élites económicas. Citaban un comentario sobre el aforismo del american dream de que en Estados Unidos “cualquiera puede ser presidente”, al que añadía un amenazante “y a veces cualquiera lo consigue” sobre la imagen de Trump. Veremos qué ocurre el martes, pero Trump ya advirtió: “Seré el presidente más grande que Dios ha creado jamás”. Muy inquietante.
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