Ayer pudo ser un poco el día de descanso en el Tour entre dos series de jornadas de alta montaña. Esto, en versión política claro. El viernes se nos quedó ahí, un poco tontuelo en este esprint final sobre la bocina para evitar un tercer paso por las urnas y fue día de quinielas. En condiciones normales, las quinielas prevotación de investidura decidida suelen centrarse en los ministrables. Pero ya nada es normal. La quiniela estrella ha versado sobre qué hará Pedro Sánchez. Ha habido de todo, pronósticos, apuestas y deseos o, incluso, un poco de varias. Sánchez podría asumir la disciplina de partido y abstenerse. O podría no ir al Pleno para evitar desobedecer activamente al Comité Federal o incluso renunciar a su acta de diputado previamente. O podría mantener el no es no. Votar en contra de lo aprobado en el Comité Federal le podría perjudicar según algunos si confirmara su intención de presentarse a las próximas primarias; igual que le podría perjudicar en este sentido el renunciar a su escaño y, por tanto, a la visibilidad que otorga un escaño en un grupo donde, ahora y por el momento, está señalado por la mayoría. Pero abstenerse sería una autoenmienda que le desacreditaría entre los fieles al no es no. “Lo veréis”, se ha limitado a decir Sánchez.