El fallecimiento de un trabajador cuando realizaba labores de control de calidad en una empresa de Abanto (Bizkaia) reitera la dramática actualidad que supone el incremento de accidentes laborales en nuestro país, de manera exponencial en los primeros meses de este año. De hecho, si tanto en 2014 como en 2015, según la estadística de Osalan, el número de fallecidos en el puesto de trabajo fue de 28, la cifra total de accidentes se elevó de los 29.646 de hace dos años a los 30.271 del pasado ejercicio (137 y 153 graves respectivamente) y solo en los dos primeros meses de 2016 se habían contabilizado ya 5.876, con un incremento del 14,9%, y a mitad de año se han producido 24 accidentes mortales. O, lo que es lo mismo, más de noventa accidentes laborales diarios, uno grave cada dos días y casi tres muertos al mes en una población activa que en Hegoalde ronda el millón de personas, lo que da un porcentaje aproximado de en torno a 35 accidentes laborales por cada mil empleados. Son cifras que obligan a analizar detenidamente las causas que han generado tamaño incremento de la siniestralidad laboral y especialmente los más que posibles incumplimientos de las normativas de seguridad en el trabajo por parte de empresas y trabajadores, entre ellas la obligación de los empleadores de informar a sus contratados de los riesgos a que están expuestos, lo que no siempre se hace, de los procedimientos correctos y de las medidas preventivas obligatorias a poner en práctica mientras realizan su labor en cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Y obligan asimismo a incluir en ese análisis otros parámetros, especialmente cuando las mismas organizaciones empresariales contemplan entre las diez principales causas de accidente laboral la fatiga y el estrés de los trabajadores. Porque, más allá de lo aleatorio o azaroso que pueda resultar indicar las causas del incremento de los accidentes laborales y del riesgo de simplificar una responsabilidad que es posiblemente compartida, no es posible negar que la eventualidad, la precariedad, tanto contractual como de medios en muchos casos, la falta de especialización o el incremento de las exigencias de producción son asimismo variables que inciden directamente en la siniestralidad.