Ha querido el calendario que la consumación del acuerdo entre PNV y PSE para que el segundo entre en el gobierno de Gasteiz llegara ayer, tras un fin de semana en el que el presidente del Gobierno en funciones y candidato del PP a la reelección, Mariano Rajoy, dejara un guiño a los jeltzales de cara a lo que pueda ocurrir el próximo 26 de junio. Se entiende el guiño del líder popular, habida cuenta de las escasas opciones de aliados postelectorales potenciales que ha logrado sembrar en estos cuatro años de legislatura. Cuatro años sembrados, sin ir más lejos, de irreconciliables conflictos competenciales entre el Gobierno Vasco y el Estado fruto de una indisimulada estrategia recentralizadora del Ejecutivo Rajoy que hacen que se antoje harto complicado que el PNV accediera a respaldar al candidato popular, por ejemplo, en un debate de investidura. Andoni Ortuzar se desentendía el domingo del guiño de Rajoy exigiéndole “un giro de 180 grados” si quiere que su oferta sea creíble. Y en ese contexto, llega el acuerdo en Gasteiz entre jeltzales y socialistas que viene a poner el broche a los acuerdos de estabilidad que propiciaron hace ahora un año los actuales gobiernos de coalición en las tres diputaciones, además de en los consistorios de Donostia y Bilbao. Un acuerdo que, además de su trascendencia para el equipo de gobierno municipal y de apuntalar un acuerdo de estabilidad que ha venido funcionando en el último año, es también un síntoma del estado de cosas en este momento en Euskadi, a unos cinco meses vista de las elecciones autonómicas. Precisamente a ese horizonte se remitió el presidente de los populares vascos, Alfonso Alonso, cuando hace un mes en su reunión con el lehendakari, Iñigo Urkullu, le tendió la mano para garantizar la estabilidad frente a “radicalismos”. Todo esto en un escenario electoral, tanto en Madrid como en Euskadi, en el que las mayorías absolutas parecen difíciles, por no decir imposibles, y que la formación de gobierno puede estar condicionada a la consecución de acuerdos entre diversas siglas. Por eso resultan difíciles de casar los esporádicos guiños populares para tejer acuerdos con las políticas desplegadas desde Moncloa o con valoraciones como la que ayer Alonso dedicaba al acuerdo en Gasteiz, “un nuevo capítulo más de un gran engaño y un gran fraude”. Dicen que la política es el arte de lo posible, y lo posible no es siempre igual antes que después de unas elecciones, pero hay futuribles más imposibles que otros.