A uno le parieron en la segunda mitad de los 70 en el número 26 de la calle Cuchillería. Bueno, el acto en sí tuvo lugar en La Esperanza, pero ya nos entendemos. Así que me viví los 80 gasteiztarras en primera fila, oiga, mientras soportaba que más de uno se divirtiese a mi costa tirándome el balón de baloncesto a los jardines del Obispado cuando Montehermoso era un sitio de bien y no como ahora. Me viene esto a la mente mientras tengo con la sheriff de un bar de mi antigua calle una conversación de viernes noche que he repetido en los últimos tiempos con otros jefes y camareros del lugar: ¿dónde está el personal? Me hace gracia puesto que la charla la tenemos mientras leo en el periódico que los vecinos del Casco Viejo están en pie de guerra por los ruidos y las molestias de la marcha nocturna. ¿Qué marcha?, se pregunta un compañero periodista en una red social mientras cuelga una foto de la calle Dato a la una de la madrugada de otro viernes con nadie, absolutamente nadie, en la vía pública. Otra camarera, curtida a un lado y otro de la barra, me dice que a las nuevas generaciones ni las conoce, que sigue poniendo copas a los mismos de hace 20 y 30 años, eso sí, los mediodías de sábados y domingos. “La noche se muere, amigo”, me dice. Y yo acordándome de aquella Kutxi de los 80...
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