La celebración hoy, veintiséis años después de que en 1990 se hiciera por primera vez, del Día Internacional contra la Homofobia, la Lesbiofobia y la Transfobia sirve tanto para constatar los enormes avances que en nuestra sociedad se han dado en el reconocimiento de las distintas identidades sexuales o de género como para comprobar que, pese a ellas, siguen existiendo perjuicios que conllevan riesgos de exclusión cuando no discriminación efectiva. Los datos del Observatorio Vasco de la Juventud revelan, de hecho, una evolución efectiva en la normalización social de la diversidad también en cuestiones de sexo y género, hasta el punto de que nueve de cada diez jóvenes vascos de entre 15 y 29 años admiten el matrimonio entre personas del mismo género y el 86% se manifiesta a favor del cambio de sexo, lo que significa que esa admisión social se ha elevado entre los vascos más jóvenes nada menos que cinco puntos en los últimos cuatro años, así como que es dos y tres puntos porcentuales mayor entre los jóvenes de hasta 25 años que en los menores de 30. La evolución está ahí, por tanto, y es constante. Tanto o más importante, ese cambio social también ha tenido reflejo e impulso institucional, con traslado a la legislación desde que se aprobaran en el Parlamento Foral de Navarra la Ley Foral 12/2009, de 19 de noviembre y en el Parlamento Vasco la Ley 14/2012, de 28 de junio de no discriminación por motivos de identidad de género y de reconocimiento de los derechos de las personas transexuales, siendo la CAV y Nafarroa de las primeras comunidades en sacar adelante una iniciativa legislativa al respecto. Sin embargo y en contraste, nada menos que 80 países aún persiguen en su legislación la diversidad sexual y pese a que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó tal día como hoy hace 26 años la homosexualidad de la lista de enfermedades, aún no ha hecho lo propio con la transexualidad -tal y como aprobó solicitar el Parlamento Vasco en 2010- a la que sigue considerando un trastorno mental. El reconocimiento de la diversidad de identidad sexual tiene aún por tanto, también entre nosotros, un largo camino que recorrer hasta que las discriminaciones -y su forma más grave, los “delitos de odio”- sean desterrados y el incumplimiento de los artículos 1 y 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no sea evidente también en cuestiones de género.
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