El informe sobre la penetración y uso del euskera en Euskadi dentro de veinte años presentado ayer por la viceconsejería de Política Lingüística del Gobierno Vasco y la Comisión Euskara 21 desgrana las fortalezas de nuestro idioma, la relevancia del desarrollo alcanzado por el mismo en las últimas cuatro décadas y su creciente implantación social, pero también revela algunas debilidades a superar para impedir indeseados retrocesos. No hay duda de que los datos estadísticos son positivos en cuanto a la euskaldunización. Que en 25 años, de las cifras de 2011 a las previstas para 2036, el número de vascohablantes se llegue a incrementar en trece puntos (del 36,4% al 49,5%), alcanzando aquéllos que tienen el euskera como primera lengua el 30,5% de la población, es un éxito indudable de recuperación del idioma que apenas halla parangón en un ámbito, el de las lenguas minorizadas. Lo que desdice algunas críticas infundadas respecto a las políticas que han venido impulsando la reeuskaldunización de nuestro país. Que ese crecimiento tenga especial incidencia entre los más jóvenes, entre los que los vascohablantes serán ya el 83,4% por el 73,2% de la actualidad, supone además que ese éxito tendrá continuidad en el tiempo al menos durante el primer tercio del siglo XXI pese a la cada vez mayor amenaza de las lenguas de la globalización. También que el sistema educativo, con una apuesta social continuada por el modelo D íntegramente en euskera, responde mejor de lo que muchas veces se cree a la necesidad de impulso que sigue soportando nuestra lengua. No en vano, dentro de 20 años el 97,8% de los alumnos vascos realizarán sus estudios en los modelos D y B frente al 1,7% (hoy son el 14%) que lo harán exclusivamente en castellano. Dicho todo esto, sin embargo, es preciso también analizar la diferencia entre el 66,3% de los alumnos que cursan hoy sus estudios en modelo D -que llegan al 84% si suma el modelo B- y el 49,5% de vascohablantes previsto para dentro de veinte años, por cuanto permite intuir ciertas carencias en el traslado del euskera del ámbito académico al empleo cotidiano y una cierta relajación en su uso tanto en el ámbito laboral como en el del ocio. Ambos campos, afectados por los cambios de hábitos que acompañan a las nuevas tecnologías, se convierten así en los principales retos que se le plantean ahora a la euskaldunización.