Si Pedro Sánchez no fuera tan adolescente y si tuviera su amor propio, limpio de las resabidas argucias y marrullerías de Felipe González y de los que le acompañaron en los crímenes de los GAL, tendría el favor de Podemos, porque no hay derecho a hacerse pasar por inocente ante los vascos diciendo que Arnaldo Otegi no ha sido durante seis años un preso político o que ha sido un asesino, porque las ideas nacionalistas y el amor o el sufrimiento por la patria de uno no son cómplices hasta ahora de los crímenes de ETA. Al secretario general de los socialistas lo han convertido en cómplice y en una de las víctimas sentimentales del camarada González, por el arte de compartir en exceso el antinacionalismo trasnochado de ciertos españoles, que se declaran antivascos solo porque no ven que España es un Estado plurinacional y ven igualmente halagadora la idea de una España centralista, como si alguien con el mismo sexo no pudiera despertar pasiones entre los hombres. La ley no prohíbe a un hombre ser viril y promiscuo a la vez.