Terror. “Miedo muy intenso. Método expeditivo de represión revolucionaria o contrarrevolucionaria”. ¿Qué decir ante lo ocurrido en Bruselas? Digas lo que digas, habrá alguien que te recuerde que no estás diciendo otra cosa. Y puede ser cierto. Así que, asumiendo de salida las incoherencias y las contradicciones, pienso en los atentados de Bruselas, como antes en los de París o Londres o Madrid, como en tantos otros atentados mucho más cercanos o como en esa guerra en Siria y antes en la de Irak, o en Afganistán, o en Yemen, o en Palestina o... Y si algo me viene a la mente es esa palabra, terror. Independientemente de la mano ejecutora, de su religión, de su nacionalidad, de su raza, de su equipo de fútbol, de su bandera o de su serie de televisión favorita, el terror es igual de injusto e inhumano, tan inhumano como quienes lo infligen. Apartas los árboles y el bosque se simplifica mucho, humanidad o no, así de simple. En este caso en concreto, recordar que el mismo terror de Bruselas es el que asola buena parte de Siria, el que ha empujado a buena parte de su población a intentar huir a Europa. Pero ni los árboles ni el bosque pueden ser coartada ni justificación, ni en Siria, ni en Bruselas. El que empuña el detonador es el responsable de sus actos.