Mario era un italiano que se quería recorrer de una punta a otra la Panamericana. Cosas de la vida, nos conocimos delante de un cordero patagónico en un rancho de Puerto Madryn donde estaba un servidor en pleno viaje de novios. Nos presentamos y me preguntó de dónde era. Y me vinieron las dudas de siempre, es decir, cómo le explicaba yo a ese hombre en plena Argentina dónde está Álava. Pensé en recurrir a lo típico, aunque me fastidiase: el Guggenheim de Bilbao y esas cosas. Pero en cuanto le comenté que veníamos desde Vitoria, fue el tío y me soltó: “¡Aupa Baskonia!” Casi me caigo de culo. Resulta que era un gran aficionado a la Benetton de Treviso (¡qué tiempos!). Y nos pusimos a hablar de un montón de jugadores, equipos y demás. No le conté, eso sí, que el primer partido que yo le vi al Baskonia fue contra el Cacaolat en un Mendizorroza donde pasé años increíbles siendo un niño. Todavía me acuerdo del culo de Ramón Rivas en su primer año. Aquello no dejaba pasar la luz. Tampoco le comenté la llorera tras perder la primera final europea, que mi viejo solucionó diciendo: “malo, malo, es meterse por el culo un palo”. Era muy grande mi aita. Luego sí ganaron y hubo título europeo y muchos otros recuerdos. ¿Dónde habrás acabado Mario?