LA fracasada investidura a la Presidencia del Gobierno del candidato socialista Pedro Sánchez aboca a un periodo de incertidumbre que, a la vista del desarrollo de los debates, gestos y cruces de acusaciones que han tenido lugar en el Congreso de los Diputados en estos últimos días, amenaza con prolongar una grave situación de bloqueo político e institucional más allá de que su consecuencia última sea la convocatoria obligada de nuevas elecciones el próximo 26 de junio. Una situación no solo fruto del estilo bronco de muchas de las intervenciones y del recurso al insulto y la acusación gratuita que se vivió en el hemiciclo sino que está íntimamente ligada al propio contenido de los discursos, las propuestas y, en última instancia, el acuerdo que llevaron para su aprobación PSOE y Ciudadanos como pacto de legislatura, aunque escondiera un compromiso real mucho más amplio. En este contexto, y con el resultado de las votaciones tras los debates, la opción de las distintas fuerzas políticas no puede en ningún caso ser el mantenimiento numantino de sus posiciones. A poco que los responsables políticos hayan pulsado la opinión pública o escuchen la voz de la ciudadanía tras las sesiones en el Congreso entenderán la necesidad, por difícil que parezca a priori, de abrir una nueva etapa de diálogo que pueda fructificar en un acuerdo antes de que se agote el plazo de dos meses. Se trata, en última instancia, de hacer de la necesidad, virtud. Es necesario, para ello, partir de cero. El acuerdo entre PSOE y Ciudadanos ya no sirve, ha sido arrumbado. Y ahí, aunque a simple vista pueda no parecerlo, hay una oportunidad: la de abrir una negociación nueva, abierta, valiente, progresista, con voluntad política real de acuerdo y en la que Euskadi y Catalunya -las formaciones nacionalistas- tengan un papel relevante para abrir la nueva transición en la que se instaure una nueva organización territorial del Estado. Solo así podrá lograrse no solo salir del actual impasse sino abordar la necesaria regeneración democrática y afrontar los retos de toda índole, en especial los socioeconómicos, para los próximos años. Es evidente que, por las posiciones que mantiene y que reiteró ayer Mariano Rajoy, el PP no está ni estará a la altura de las circunstancias. Pero hay tiempo, margen de maniobra y horizonte para el resto. Solo falta voluntad y arrojo.