El empate a 1.515 votos en la asamblea de la CUP entre los partidarios de apoyar la investidura de Artur Mas y su reelección a president de la Generalitat y quienes se oponían a la misma aventura el riesgo de una posible fractura en el seno de las Candidaturas de Unidad Popular y aumenta la incertidumbre que desde las elecciones al Parlament del 27 de setiembre se ha apoderado de la política catalana. Cierto es que el apoyo a Mas cuenta con mucho más respaldo porcentual entre los cuadros y cargos de la formación, como se demuestra en el manifiesto que un centenar de alcaldes y concejales de las Candidaturas emitieron la pasada semana y en la alineación de las dos figuras referentes de la coalición nacionalista y anticapitalista, el número uno de sus listas al Parlament el 27-S, Antonio Baños, y su portavoz en el Parlament hasta entonces, David Fernández. También que será el Grupo de Acción Parlamentaria, es decir, los cargos y estructuras de las Candidaturas, quien decida el camino a seguir. Pero no lo es menos que el rechazo a Artur Mas se asienta en una parte muy relevante de las bases de la CUP, impulsado por la corriente Endavant que lidera la diputada Anna Gabriel, a pesar de que ayer se vio muy reforzada respecto al resultado de la asamblea anterior la corriente favorable a una entente en favor del procés que lidera el diputado Albert Botrán bajo la denominación de Poble Lliure. Y esa división, reflejada en el casi surrealista empate a 1.515 votos de la tercera votación de la asamblea, después de que el rechazo a Mas se impusiera por un puñado de votos en las dos anteriores, podría abrir una puerta a la duda. No en vano, en las filas parlamentarias de la CUP podrían surgir disensiones que, incluso sin impedir a Mas sacar adelante su investidura y dar continuidad al procés, sí harían aflorar nuevos interrogantes antes del límite del día 10, especialmente entre los convergentes, sobre la estabilidad e incluso conveniencia de un gobierno excesivamente dependiente de la CUP. Así que el horizonte sigue sin clarificarse tres meses después del 27 de setiembre, lo que además influye también en las negociaciones para la formación de gobierno en el Estado. Porque la decisión en Catalunya tiene incidencia directísima en las apelaciones a la unidad “frente al desafío catalán” y las presiones directas al PSOE para que apoye o permita la configuración de un gobierno más o menos estable.