Más de 9,2 millones de espectadores y un 48,2% de share. Es la cosecha catódica -aunque el palabro esté ya totalmente desfasado- del debate electoral a cuatro bandas del lunes por la noche en Antena3 y La Sexta. Para que se hagan una idea, la reciente emisión de Ocho apellidos vascos en Telecinco y Cuatro alcanzó una audiencia de 8,2 millones de espectadores y un 47,5% de share, convirtiéndola en la película más vista en televisión de los últimos 15 años, superando a Pánico en el túnel, que en 2000 en La 1 reunió a 6,3 millones de espectadores y un share de 38,2%. Así que, en plan silogismo, parece que Soraya Sáenz de Santamaría, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias -con la ventaja de acaparar dos señales- se han comido con patatas a Sylvester Stallone. He leído por ahí que Mariano Rajoy es el culpable de esta especie de enganche que tiene el español medio con la política en televisión, que nos ha tenido una legislatura pendientes de sus apariciones vía plasma y con cuentagotas y estamos ansiosos por chutarnos nuestra dosis de política pixelada en vena. Ahora, también les digo, noquear a Stallone es un juego de niños en comparación con el reto de superar la emisión récord en España: los penaltis del España-Italia de cuartos de la Eurocopa de 2008, 15,3 millones de espectadores.