hoy, cuando se cumplen 40 años de la muerte del dictador Francisco Franco, resulta revelador de la rancia huella del fascismo español que esta conmemoración consista en un puñado de misas y varias comilonas en los cenáculos de la ultraderecha sociológica. Pero es también una afrenta a la democracia que el golpista y sátrapa, uno de los personajes más mediocres y funesto de la historia española, siga siendo objeto de glorificación en el Valle de los Caídos y que la jerarquía católica permita sin chistar celebraciones litúrgicas de exaltada parafernalia facciosa. A diferencia de Alemania e Italia, donde hoy son impensables este tipo de homenajes a sus respectivos pasados nazi o fascista, el Estado español nunca ha puesto en marcha actuaciones para la deslegitimación real del régimen franquista, socialmente casposo, democráticamente indigno y humillante para cientos de miles de personas y víctimas durante cuatro largas décadas. Al contrario, los restos del franquismo impusieron una transición adecuada a los intereses de la plutarquía española. Al mismo tiempo, al amparo de la amnistía para los jerarcas del franquismo, la derecha ha desplegado su propio revisionismo histórico para desacreditar y borrar la memoria del republicanismo, dulcificar la dictadura y las actuaciones de sus protagonistas, relativizar sus crímenes y, en último término, legitimar el golpe militar de 1936 y la represión genocida que le siguió. Como si el franquismo no hubiera sido una dictadura de terror y muerte similar a las de Stalin, Hitler o Mussolini. En este sentido, resulta muy oportuna la exposición de una treintena imágenes rescatadas de los fondos del archivo municipal y de la fundación Sancho el Sabio que -bajo el título de Vanguardias peligrosas- ilustran desde ayer la presencia de la Alemania nazi y la Italia fascista en Vitoria durante la Guerra Civil en connivencia con insignes autoridades locales, mientras el alcalde de la ciudad Teodoro González de Zárate y el diputado general Teodoro Olarte eran fusilados, cientos de alaveses asesinados en el puerto de Azazeta o en la tapia del cementerio de Santa Isabel y otros tantos internados en el campo de concentración de Nanclares de la Oca. Mientras la ONU ha emitido duras críticas a España por no investigar los crímenes franquistas ni reconocer a sus víctimas, hoy se publicitan actos de recuerdo y homenaje a Franco.
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